NAVIDAD 2020. SIN DUDA, UNA NAVIDAD DIFERENTE.

2020 ha sido el año de la incertidumbre, dónde hemos estados expuestos a multitud de emociones, algunas difíciles de digerir: el dolor y el sufrimiento por la pérdida de nuestros seres queridos, el miedo al contagio o a contagiar a los más vulnerables, la pérdida de los trabajos y la lucha de muchos negocios por salir adelante, el miedo a lo desconocido, la soledad, la angustia de estar  encerrados, y después;  la ansiedad por recobrar esa vida que teníamos antes, pero que de momento, es imposible recuperar.

La vida una vez más nos sorprende, pero nos demuestra que el ser humano es más fuerte de lo que se cree, de momento nos recuerda la importancia de vivir el día a día, porque al final es lo único que tenemos. Ya que el futuro siempre es incierto y este año ha sido incierto cada día, y eso, cuesta asimilarlo.

Un virus nos ha sacado de  nuestro entorno estructurado, de nuestra forma de vida un tanto controlada, parecía que de alguna forma podíamos cada día anticipar el día siguiente. Pero este año hemos aprendido que también es necesario adaptarnos al no saber qué viene después, a no saber que puede ocurrir mañana. A mantener la calma, a consolar al más frágil, a apoyarnos y comunicarnos los unos con los otros, sobretodo en la distancia.

Y sí, también hemos tenido que aprender a no tocarnos, cuando al fin hemos podido vernos. A no abrazarnos, a no besarnos y en ocasiones casi a no saber ni qué hacer cuando tienes a una persona querida delante, y el impulso y la emoción te haría lanzarte a sus brazos y comértela a besos. El contenernos es otra forma de proteger y protegernos. Y eso también lo estamos consiguiendo.

 

Nuestros queridos  niños, ¡cómo nos han enseñado! Creo que nos han dado una lección de cómo comportarse. Sigo sintiendo  mucha ternura  cuando les veo con sus mascarillas, con sus orejitas marcadas por las gomas, con lo molestas que son, pero demostrando ser muy  responsables  y el gran poder de adaptación que tienen. He visto manitas casi en carne viva por los dichosos geles, pero ahí seguía cada uno con su higiene y desinfección cada día. Y sin protestar. Ellos también han tenido que aprender a jugar sin tocarse, a no besar ni abrazar a sus amigos, y a cumplir con todos los protocolos y medidas que cada centro escolar ha establecido. Ellos que tanto necesitan el cariño, el tacto, que un abrazo es esencial para su adecuado desarrollo, también han sentido limitada la expresión del cariño. Esto me sigue conmoviendo. Y de alguna forma intentamos compensarlo con palabras y gestos.

Y después de este año, en el que cada uno ha tenido que sacar todas sus fortalezas para enfrentar los desafíos a los que el Covid-19 nos ha expuesto, debemos felicitarnos por lo conseguido, porque sólo cada uno de nosotros sabe por lo que ha pasado, y el sufrimiento que ha soportado.

Por todo ello, estas Navidades deben ser días de esperanza, de paciencia, de consuelo y sobretodo de mirarnos a los ojos y pensar que aquí seguimos y que lo que hemos pasado, con seguridad, nos habrá hecho más fuertes.

Nuestro agradecimiento a todas las personas que siguen luchando cada día porque nuestras vidas sean un poquito más fáciles.

Nuestro apoyo y consuelo para todas las personas que han perdido a sus seres queridos.

Y queremos dar un mensaje de esperanza y ánimo para todas las familias que sufren las secuelas de este virus, ya sea físico, económico o social.

El equipo del Gabinete Miguel Ángel os desea sobre todo, que nunca perdáis el aliento y la esperanza, sea cual sea la situación por la que estéis pasando o enfrentéis. Seguimos al pié del cañón para ayudar a todas las personas que necesiten de nuestro apoyo.

 

                                                                ¡Un fuerte abrazo y Feliz Navidad!

Ana Isabel Rozas Prieto

Psicóloga General Sanitaria